Este jueves se estrena en cines argentinos, la secuela de la película de terror de 2022 dirigida por Parker Finn.
La primera entrega de Sonríe impactó al público con su propuesta fresca dentro del género de terror, y Sonríe 2 logra mantener el nivel con una secuela más frenética, con mayor presupuesto y una dosis ampliada de gore. Sin embargo, lo más interesante es cómo retoma el tema del trauma, el estrés y las adicciones, profundizando en el impacto psicológico de la fama y las presiones del mundo musical. Este enfoque cobra aún más relevancia con la participación inicial de Drew Barrymore, quien vivió en carne propia los estragos de las adicciones desde muy joven, debido a las exigencias de Hollywood.
Barrymore, famosa desde su niñez por películas como E.T., tuvo que enfrentar una intensa presión mediática que la llevó a sufrir problemas de alcohol y drogas a los 12 años. Su experiencia resuena en la trama de Sonríe 2, donde nos presenta a una exitosa estrella musical (Naomi Scott) que vuelve al ruedo, tras un accidente devastador. Presa de dolores en su espalda, decide visitar a su ex dealer para que le suministre analgésicos, pero un evento inesperado hará que comience a experimentar aterradores episodios que mezclan la realidad con alucinaciones cada vez más inquietantes.
La película presenta un mundo donde las tensiones de la fama, las adicciones y el trauma personal se entrelazan con «la maldición», alimentándola y propagándola entre los artistas, creando un escenario que mezcla el horror con una crítica a la industria. La protagonista vive atrapada en un ciclo de estrés, presión y alucinaciones que no le permiten distinguir entre lo real y lo imaginario.
El ritmo rápido de la secuela y los sustos inesperados mantienen la atención, aunque por momentos puede sentirse un poco predecible. El abuso de los jump scares y algunas revelaciones forzadas empantanan el desarrollo de la trama. Sin embargo, el excelente trabajo de Naomi Scott, tanto en los momentos más dramáticos como en las secuencias musicales, le da al filme la profundidad necesaria para que funcione en ambos niveles: como entretenimiento y como una reflexión sobre el daño psicológico que puede causar la fama.
Con un final abierto que deja muchas preguntas sin respuesta y proporciona espacio (mucho espacio) para futuras entregas. Sonríe 2 es una secuela que entiende lo que debe hacer: ampliar el concepto original, responder algunas incógnitas y añadir nuevos elementos que mantengan el interés.